lunes, 3 de enero de 2011

Un año

Y a lo tonto a lo tonto, ha pasado un año desde que no escribo aquí
Un año de reflexiones, de cambios, de encontrarme a mi misma porque hasta yo me había perdido y no era capaz de encontrarme.

Empecé con cambios físicos, pero eso no es suficiente. Una talla menos de pantalón es sólo eso, no alimenta el espíritu, no te da ganas de vivir, no te empuja a seguir hacia delante. Es una alegría pasajera. Aunque si hubo un gran cambio físico que me ayudo a saborear las cosas y a disfrutarlas.

La vista es ese sentido que está ahí y apenas valoramos.

Vemos, y si no vemos bien nos ponemos unas gafas y ya esta, seguimos con nuestras vidas. Vivir con una persona ciega me sirvió para darme cuenta de que no era así, de que era mucho más especial de lo que pensamos.
Volver a ver bien me hizo disfrutar de otra manera de lo que me rodeaba, las flores en primavera fueron para mi un estallido de colores con un significado que hasta ahora no entendia; los colores del mar en verano, el arcoiris entre las nubes, las sombras de los árboles sobre suelo, las formas de las nubes, volar alto rodeada de nubes.


Y aún aprendiendo a valorar los colores y las formas... no era suficiente.

Me rodeé de amigos, y perdí a algunos que no lo eran.

Pero lo más importante, recuperé en mi vida a gente que estuvo mucho tiempo ahí, a mi lado, gente con la que crecí, amigos que me enseñaron que había cosas más importantes a nuestro lado que aquellas que nos enseñan desde pequeños.
Lloramos recordando el pasado e imaginandonos un futuro que no nos gustaba, soñamos con un futuro mejor y nos dimos cuenta que nos estabamos perdiendo el presente.
Aprendimos juntas que lo que nos enseñaban en el colegio no ha servido de mucho en la escuela de la vida, pero que hemos aprendido a vivirla.
Aprendimos juntos que las apariencias engañan, que detrás de una fachada de tipo duro o de fem
me fatale casi siempre hay alguien vulnerable detrás.

Me quité la coraza y me hirieron.
Pero aprendí.
Aprendí que quien me apreciaba con coraza no sabia quien era realmente. Cuando me quité la armadura del todo entonces quedaba yo, tan sólo yo, y no era tan malo como yo me pensaba.

Volvieron a mi cabeza imagenes del pasado que nunca debieron haber ocurrido, y tuve miedo, mucho tiempo callada, mucho tiempo con un secreto que merecía ver la luz, que sólo me hacía daño. Y contarlo no hace que no esté ahí, lo que pasó sigue ahí y no tiene remedio, pero contarlo hace que la gente que realmente me quiere me comprenda un poco mejor.

Me subí a unos tacones y caí.
Y me hice heridas en rodillas y manos y aun así me levanté y volvi a luchar. Y me hirieron y puse la otra mejilla. Y aun en medio de una batalla en la que no quiero tomar partido puedo decir que estoy más cerca de ganar, pero se que ganar no me hará feliz, puede que me haga la vida más facil, pero no feliz.



Lloré ante la noticia de un nacimiento y me quedé fría ante la muerte, helada, sin saber que decir ni que hacer. Viví las alegrías de los que me rodeaban, e intenté ayudarles con sus miserias y aprendí que en ocasiones el calor de un abrazo es suficiente.

Y un día, sin darme cuenta había aparcado a un lado el pasado.
Porque el pasado no se entierra, sigue ahí, y está ahí para que recordemos las miserias que hemos vivido y las alegrías que hemos tenido, y aprendamos a valorar todo lo nuevo que llega.

Llega un tiempo de cambios y puede que por fin... llegue la hora cero


2 comentarios:

Unknown dijo...

Uff, me ha gustado mucho Aurora, espero que no dejes de escribir para que los demás lo podamos disfrutar. Besos.

rosario pardo dijo...

precioso...